A muchos os sonará en nombre de Silent Hill, pero ¿cuantos conocéis Centralia?
En la Rute 61, de camino por el condado de Columbia en el estado de Pensilvania se encuentra una ciudad que ha inspirado a uno de los juegos de terror y series de películas más icónicas de las últimas décadas.
Esta carretera destrozada y cuyo interior echa humo no son ningún efecto especial, es el camino que debe atravesarse para llegar a la población fantasma.
¿Cuál es su historia entonces?
A mitad del siglo XIX una idílica población rural llamada Centreville se empezaba a hacer importante y rica gracias a la explotación de los recursos de la zona, entre los que se encontraba la minería del carbón.
Será en 1865 cuando cambiará su nombre por el de Centralia y cuando la minería carbonífera se convierta en el verdadero centro de toda la riqueza de la población y sus habitantes.
Se convirtió en la cuna de una banda de activistas de una organización secreta que acabó con la vida del que había sido el fundador de la mismísima ciudad, asesinado a las afueras de la misma y dando ya origen a historias truculentas posteriores. Los autores del asesinato fueron ahorcados por su crimen, lo que era la justicia del momento y material ideal para más leyendas de venganzas.
Incendios provocados y asesinatos se dieron de una forma un tanto preocupante en una población no muy grande como era Centralia hasta bien entrado el siglo XX.
Iglesias y colegios, parques y bosque hacían (quitando los crímenes) un lugar ideal para todo aquel padre de familia que pretendía trabajar en la minería pues sus allegados podían tener una vida tranquila y muy digna.
Llegó a ser tan importante que tuvo siete iglesias, dos colegios, un banco, dos teatros y hasta cinco hoteles, sin contar con almacenes y actividades de industria.
Todo cambió un día de 1962: un incendio en un basurero cerca de una mina de carbón abandonada inició en desastre. Poco a poco, veta tras veta, cada uno de los ramales de las minas fueron prendiéndose sin posibilidad de sofocar el fuego.
En los años 70 los niveles de monóxido de carbono que salían de las grietas del suelo eran tan altos que muchas familias comenzaron a abandonar el lugar.
Fue en los 80 cuando ya la situación se hacía casi insostenible y toda la zona seguía ardiendo bajo sus pies después de 20 años, y no tenía pinta de que fuera a parar de hacerlo.
La temperatura que alcanzaban los combustibles de los depósitos de las gasolineras de la ciudad llegaban a los 80º.
Poco tiempo más tarde un accidente sucedido a un joven que paseaba tranquilamente por la población llamó, por fin, la atención de los gobiernos centrales: la tierra se abrió bajo sus pies cayendo en un pozo ardiente del que, por suerte, salió vivo con la ayuda de la gente. El agujero final acabó midiendo varias decenas de metros de profundidad, pareciendo una entrada directa a los mismísimos infiernos.
El Gobierno Central americano decidió tomar ya cartas en el asunto y ya que era imposible apagar el desastre re-ubicaron a la población que aún quedaba en la urbe.
La gente aficionada a la saga de Silent Hill, muchos seguidores del misterio, los pueblos abandonados y de las leyendas urbanas acuden a este pueblo fantasma para verlo con sus propios ojos.
Sigue ardiendo en la actualidad el subsuelo de Centralia, y se ha calculado que tiene carbón suficiente para estar quemando las vetas durante más de 250 años sin apagarse. El humo no cesa de salir por las grietas del suelo y nunca se sabe cuando se podrá producir otro derrumbe.
No hay enfermeras zombie, ni niñas aparecidas, ni sectas religiosas sanguinarias como en Silent Hill. Allí no reside Pyramid Head ni vas a oír sirenas y va a cambiar el escenario para aterrorizarte y avisarte que se acercan los monstruos pero... si Centralia no es la descripción más perfecta de la entrada directa al Infierno, no se me ocurre ningún otro sitio mejor para conectar el inframundo con la superficie.
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