Este próximo
viernes se celebra en la cultura
occidental el culto a los muertos, día de Halloween (All Hallows ‘ Eve) o Todos
los Santos cristiano, pero ¿cuál es el origen ancestral de esta celebración?
El origen está
en una celebración celta llamada Samhain, como puede leerse en el Calendario de
Coligny, que era el calendario en el que se muestran la organización temporal
de los meses con sus fiestas en el mundo céltico.
En
contraposición a Beltane, que es el día en que se celebra la llegada de las
cosechas que es la noche del 30 de Abril, Samhain es la celebración de la
llegada de la etapa de oscuridad.
Serán los
inmigrantes irlandeses los que trasmitan esta tradición a las nuevas colonias
de los Estados Unidos los que haga que se extienda y se conozca como la
tradición popular americana como nos ha llegado ahora.
Practicado
desde hace más de tres mil años, Samhain ha simbolizado siempre el año nuevo
para los celtas, y en los nuevos movimientos neo-paganos, como son los wicca,
extendidos desde los años 60 y 70, es una de las festividades que se celebran
con más importancia de todo el año.
En estos
días que envuelven la celebración de Samhain se creía que los espíritus de los
antepasados acudían de la muerte para aconsejar a los vivos como enfrentarse al
invierno y solucionar asuntos pendientes familiares o personales que no
hubieran podido acabar en vida. Se celebraba durante toda una semana y las
comidas comunales, la música, el alcohol y la reflexión sobre el pasado y el
futuro era algo crucial.
Celebración de Samhuinn en Edinburgh por la Beltane Fire Society
A pesar de
la conquista romana las tradiciones se mantuvieron vivas ya fueran celebrándolas
en la comunidad de manera pública o en el privado de las familias.
Los
cristianos adaptaron su fiesta de Todos los Santos, que inicialmente se
celebraba el 13 de mayo, fecha
establecida por el Papa Bonifacio IV, pero que en el 741 fue cambiada al 1 de
noviembre para adaptarse a las costumbres paganas y hacerlas propias por el
Papa Gregorio III.
En la
Irlanda medieval, en la colina sagrada de Tara, se hacía una reunión que duraba
tres días y tres noches.
Las calabazas, nabos y manzanas decoradas son típicas de estas celebraciones y llevan siglos decorándose y consumiéndose en estas fechas.
Pero no sólo
es importante esta fecha para la cultura celta, los cristianos o los
occidentales en general.
Es en estos días, o al menos muy cerca, cuando se celebra el año nuevo hindú, Diwali, en
el que el héroe-dios Rama vence a los ejércitos del demonio Ravana y hace que
la luz se imponga sobre la oscuridad. Un festival de luces, dulces, amistad y
amor en el que el año comienza de cero para esta cultura milenaria.
Tampoco
podemos olvidar que la tradición católica de los conquistadores, en tierras
precolombinas haría surgir una festividad mágica dentro del calendario centro y
sudamericano con la festividad del Día de los Muertos. En este día los cementerios
y los lugares se llena de colores y alegría, se pintan calaveras y se celebra
la muerte, no como algo triste si no como un paso que todo el mundo tiene que
dar. Se decoran los suelos con colores y pétalos de flores desde los
camposantos para que los familiares fallecidos encuentren el camino de vuelta a
sus hogares, recibiéndolos como si nunca se hubieran ido.
¿No os
resulta curioso que esta fecha sea tan importante en tantísimas culturas tan
distintas?
Porque en el
fondo estos días se siguen siendo celebrado de una manera o de otra,
lo disfracemos con calabazas, velas o colores, con la historia que queramos. Como se ha hecho desde el principio de los tiempos y para celebrar los ciclos naturales.
En estos
días los muertos vuelven a ayudar a los vivos, el reencuentro es amistoso y se
prepara el hombre para afrontar un periodo de menos luz al que él mismo ha de añadírselo
ya sea con velas celebrando la derrota del mal o con hogueras iluminar la luz
que ahora perdemos.
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