Retomamos el
tema de los arquetipos junguianos pero desde un punto de vista totalmente
distinto al que lo hemos estado enfocando anteriormente.
Cuando
empecé a leer las novelas de G.R.R. Martin, Canción de Hielo y Fuego, me llamó
poderosamente la atención la mitología que había creado en torno a los reinos
en que basaba su mundo: el dios rojo, los dioses antiguos y, muy especialmente,
los siete dioses que parecen ser los más extendidos y la fe primordial de los
reinos de Poniente.
Estos dioses
son identificados como:
La Madre, El Padre, La Doncella, El Guerrero, La Vieja,
El Herrero y El Desconocido.
¿Por qué
será que consideré al leerlo que estaba, en realidad, observando casi un
listado de muchos de los arquetipos junguianos?
Será más
sencillo de entender si vamos dios por dios y equiparándolos con los supuestos
poderes o con las razones por las que se les reza en la novela.
La Madre: en
un post anterior vimos como La Madre es uno de los arquetipos más antiguos
dentro de los conceptos del inconsciente colectivo aportados por Jung, por lo
que no voy a desarrollar mucho este personaje. Simboliza la protección y la fertilidad, la protección maternal y la
compasión.
El Padre:
siempre como un hombre maduro y barbado es el símbolo de la justicia dentro de
una familia y su cabeza. Control, protección y disciplina dentro de un
equilibro como la mayoría de las figuras
divinas como Zeus, Odín o Dios son representados. En Canción de Hielo y Fuego
porta una balanza que simboliza la justicia y el equilibrio anteriormente
mencionados. Es el arquetipo del que lleva el mismo nombre, El Padre.
La Doncella:
Una niña joven, inmadura e inocente que no quiere dar el paso aún a una madurez
que le va a suponer una realidad más dura y responsabilidades. Estas
características las encontramos en la figura arquetípica del puer aeternus que en Jung puede ser
tanto masculino como femenino. En este caso Martin ha elegido la figura de la
niña, me imagino para ejemplificar las tres edades de la mujer (doncella, madre
y anciana). Y seguramente identificándola con el personaje de Sansa Stark.
El Guerrero:
Se le ora en el libro para pedir fuerza y valor antes de la batalla pues se le
considera el paladín perfecto. Jung, como ya vimos en otro de los post
anteriores, nos hablaba del arquetipo del Héroe, el cual representaba todas
estas cualidades y que se identifica muy bien con esta deidad.
La Vieja: Es
más habitual en la mitología y la literatura encontrar la versión masculina de
este arquetipo pero, como he explicado antes, creo que lo han feminizado para
ver las tres edades de la mujer. En los ejemplos de Jung podríamos encontrarlo
como “el anciano sabio”, un personaje al que acudir cuando se necesita una guía
y consejo, pues su avanzada edad es un cúmulo de sabiduría adquirida en la
experiencia.
El Herrero: Éste
es el dios que más me ha costado identificar con los arquetipos junguianos y,
siendo sincera mis conclusiones pueden estar sujetas a controversia. No se le
menciona casi nunca y es una de las deidades menos conocidas de este panteón,
pero los herreros y todos aquellos personajes que trabajan los metales y las
piedras han sido considerados en las culturas como si estuvieran vinculados a
ciertos poderes alquímicos y feericos. Por ello considero que debe tener alguna
relación con los elementos más básicos de un arquetipo trickster muy suave.
El
Desconocido: Se considera que este dios encarna la muerte y lo oculto, nunca se
le ve el rostro pues no es posible mirar a los ojos a la oscuridad. Sólo es
adorado en Poniente por los renegados, los repudiados, los ladrones y los
asesinos. Es curioso que también sea el único dios que es mencionado en las
ciudades libres como Braavos como una divinidad de los siete a los que más se
rinde culto. Claramente es la “encarnación” del arquetipo de La Sombra, lo
oculto y lo peligroso que está presente a nuestro alrededor y dentro de cada
uno.
Que el poder
de los siete os sea propicio.