Trabajar
como guía turístico de un Free Tour tiene sus puntos luminosos y sus penumbras.
Hay cosas
maravillosas como es trabajar al aire libre, paseando y pudiendo enseñar tu
ciudad a gente de todo el mundo, por ejemplo. Luego hay cosas menos maravillosas como trabajar al aire
libre, pasear y enseñar tu ciudad a gente de todo el mundo.
NO, no he
hecho un corta pega, es que los mismo puntos que son buenos tienen también su
lado malo.
Trabajar al
aire libre y paseando está genial porque haces ejercicio, te mueves y si el día
es bonito se disfruta casi como si tu mismo estuvieras de vacaciones. Ahora
bien, patearte la ciudad bajo la lluvia, aterido de frio y viendo como la gente
está pasando también penurias o esquivando a los viandantes en uno de esos días
malos ya no es tan bonito.
También
puede ser que vayas buscando con la mirada disimulada la sombra para los
turistas que están sudando la gota gorda porque han olvidado el gorro en el
hotel mientras tú, te encuentras maldiciendo no haberte puesto crema solar ese
día porque parecía nublado.
Pero los
días que hace bueno… saben a gloria y muchas veces compensan a los malos.
El otro
punto de contraste es el poder conocer gente de todo el mundo.
Eso es algo
realmente enriquecedor y maravilloso que en el noventa por ciento de los casos
es una experiencia genial.
Si, no en
todos los casos porque, en algunas ocasiones, puedes ver confirmados ciertos
tópicos que no ayudan demasiado al país de donde pertenecen estos visitantes.
No voy a dar ni nombres de gente ni de países, tranquilos, eso es algo
confidencial que queda entre los turistas y sus guías casi como secreto de
confesión. Bueno, vale, no tanto, jajajaja.
Hay ciertos habitantes de
determinados países que son mucho más agarrados que otros, otros colectivos más
generosos, algunos que tienen que poner la puntilla en todo y otros que no les
sacarías la sonrisa ni con un cachorro de perrito poniendo caritas adorables. Los
hay efusivos, amables, los que se empeñan a invitarte a algo para beber o
comprarte un barquillo porque ellos también lo han hecho. Los que se van sin
decir nada como si no les vieras y los que se ponen a, casi, maldecir a los que
se marchan en mitad del recorrido porque es una falta de respeto al guía y te
empiezan a dar ánimos.
Hay días
para todos los gustos, y turistas para aún más gustos y disgustos.
No podéis
imaginar lo complicado que puede resultar concentrarse en hablar de periodos
históricos cuando uno de los clientes se parece mucho a un actor que te encanta
y tienes que disimular. Pero en realidad a los cinco minutos se te pasa porque,
ante todo, una es una profesional.
También
cuesta mantener el hilo cuando hay alguien que es de la ciudad y dice saber
todo sobre ella, pero vale oro cuando eres capaz de sorprenderles con algo que
no sabían y te lo reconocen con cara de alucinado.
Los hay que
son incluso de otro país, que es su primera visita pero que le tienen cariño a
corregirte casi cualquier cosa que digas, por lo que uno debe armarse de paciencia
en esos casos, pues el resto de personas del grupo no tienen la culpa. Todos
hemos sufrido un listillo de la clase alguna vez. ¿O no?
Pero los
momentos que saben a miel también son muchos: cuando ves que eran difíciles y
les acabas haciendo reír, cuando sorprendes a alguien de la misma ciudad (lo
que es todo un reto), cuando te agradecen por activa y pasiva lo mucho que ha
disfrutado el tour, cuando insisten en hacerse una foto contigo de recuerdo, te
abrazan y dan besos al despedirse…
Otra cosa
muy grande que me estoy encontrando en este trabajo es que conoces a gente con
inquietudes muy parecidas a las tuyas, y los cuales solemos apoyarnos bastante los unos a los otros. Ésto es algo
que escasea en muchos lugares en los que se trabaja, y también es algo que vale
su peso en oro.
He pensado
en muchas ocasiones, y más aún desde que estoy trabajando en esto, que tenemos
un problema con las ciudades propias.
Tendemos a
conocer más otras ciudades que en las que vivimos porque “está ahí, total lo
puedo ver mañana o el próximo año”, y creo que es algo que deberíamos cambiar.
A mí siempre
me ha gustado mi ciudad pero desde que trabajo enseñándola y contando su
historia cada día la quiero más, la ves más mágica.
Aprovechad
la ciudad en la que estáis, conocedla de verdad y veréis la suerte que tenéis
de vivir en ciudades así.
Y si os
gusta Madrid, venid que os hago una visita guiada con todo mi corazón y de paso
me dais una propina jugosa que estoy segura de que os va a merecer la pena. (¿Qué
pasa?, tengo que publicitarme y además “porque yo lo valgo”, jajajaja).
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