lunes, 27 de abril de 2015

SENTIR LA HISTORIA

En ocasiones me pregunto las razones que nos llevan, sobre todo en los países bañados por el Mar Mediterráneo, a no valorar con tanta fuerza y con tanto cariño como otros lugares su patrimonio y su pasado.
Cuando decidí hacer el Máster, hace unos años, vi un contraste muy interesante entre la museología anglosajona (por poner un ejemplo) y la museología mediterránea. Ello me hizo replantearme muchas cosas. 
Yo junto con mis compañeros de carrera, del máster y la gran mayoría de mis amigos, (suerte que tengo) valoramos y queremos la Historia y todo lo que ello ha producido ya sea material o inmaterial. Para mi amar la Historia y la Arqueología es amar la Humanidad, sus ideas y sus logros.
Quizá si os cuento lo que es para mi y como siento la Historia, de una manera más personal, algunos de los lectores cambien su concepción de la misma:
Veréis, la Historia no son esos libros gigantes llenos de datos, fechas, batallas y nombres de reyes e hijos bastardos. La Historia no son esas horas aburridas que todos intentábamos saltarnos en el colegio porque era un rollo y tenía un profesor al que generalmente pensábamos que estaba un poco mal de la cabeza por el simple hecho de gustarle esa asignatura.
La Historia es lo que somos, lo que fuimos y lo que podemos llegar a ser. Si, en los libros de Historia se nos habla de las grandes personalidades, las grandes figuras que han dado forma a la misma, pero no nos confundamos, no han sido ellos lo que han “hecho historia”. 
¿Qué a que me refiero? Os pondré un ejemplo:
La toma de La Bastilla… ahora mismo os están saltando a la cabeza reyes, nombres y fechas... pero fue el pueblo, la gente común, la gente de la que no se saben sus nombres la que hizo posible un cambio radical en la manera de entender el poder y la política y consiguió llevarlo a cabo. 
¿Creéis que Gandhi habría podido hacer algo si el propio pueblo de la India no hubiera actuado? 
¿Quiénes recuerdan los nombres de los soldados y gente llana que se enfrentaron en la Batalla de Culloden? 
Todos conocemos el nombre de Spínola pero, ¿acaso no fue el común soldado de a pie quien realmente dio su vida y consiguió rendir la ciudad de Breda?
Es el campesino, el artesano del gremio del barrio de al lado, el comerciante que viene de lejos, la prostituta del burdel pobre, el párroco de la capilla de la esquina...  es la unión, el movimiento. Es esa gota, la confluencia de todas esas gotas las que conforman un océano, no el océano en sí es un ente indivisible y único.
La Historia es la gente, es la humanidad desde que comenzó a tallar piedra, ha pensar, a crear, a investigar y a explorar. 
No es un conjunto de confrontaciones, batallas y puñaladas por la espalda, porque sin la colaboración jamás el ser humano habría bajado del árbol y comenzado a caminar.
Quizá si eso lo entendiéramos mejor comprenderíamos que esas piedras de un muro antiguo, que ese cuadro, que esa parcela de tierra o de muro que no se debe tocar es realmente nuestro. No nuestro por propiedad material sólo, es nuestro porque pertenece a nuestros ancestros, porque fue construido por nuestro pasado, porque refleja una manera de pensar, sentir y vivir que fue nuestra tiempo atrás.
Esa manera de sentir y comprender lo pude ver cuando viví en Escocia. El amor que tienen los británicos por su historia, el cariño que tienen a cada una de sus leyendas, piedras, bosques; ese orgullo se podía ver en cada rincón y en cada mirada. No quiero decir que todo el mundo lo entienda de la misma manera pero se les ha inculcado desde pequeños a que esta manera de sentir que he comentado antes es la realidad de ellos mismos.  Incluso tenían un programa, que en principio era infantil pero he visto disfrutar más a los adultos, que enseñaba la Historia de otra manera llamado Horrible Histories.
¿Por qué no puede ser que acabemos entendiendo así todos lo que es nuestro Patrimonio y que lo queramos y protejamos como corresponda? 
No me refiero sólo al nacional, ojo. 
Como he dicho, todo lo que el pasado ha dejado es parte de nosotros y una vez se haya ido y nadie esté para recordarlo es como si nunca hubiera existido.
Es curioso que la peor condena para los egipcios era que se borrara el cartucho con tu nombre, pues peor que ser recordado como algo malo, es mucho peor no haber existido jamás.
Quizá en estos momentos os parezca más la profesora medio loca que os daba esa clase en la que os pasabais mirando el reloj cada diez minutos para salir al recreo (lo sé, yo he estado también en esa situación y más aún en clase de Historia) pero quiero dejaros hoy con una reflexión de uno de mis escritores favoritos, recientemente fallecido, Terry Pratchett:

“Tú eres sólo una coma en las páginas de la Historia” a lo que yo añado que sin las comas ninguna obra tendría ningún sentido.

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