El estreno
de la película Annabelle me ha hecho recordar al famoso matrimonio Warren y el
mundo de los estudios de los fenómenos paranormales.
Todo comenzó
con una muñeca de trapo, normal y corriente de una empresa que llevaba años
distribuyendo este tipo de productos para niños.
Conocido este modelo como
Raggedy Ann, a través de un cuento infantil, nadie podía sospechar que un
inocente trozo de tela que se llevaba distribuyendo desde la primera década del
siglo XX pudiera provocar el pánico de
la manera en que nos ha llegado a nuestros días.
Fue un
regalo sin pretensiones de una madre a su hija, estudiante de medicina, y que
acabó como parte de la decoración de la cama de esta, en la habitación que
compartía con una compañera en sus primeros años de vida independiente.
Desde el
principio empezaron a suceder cosas extrañas: la muñeca cambiaba de sitio sola
cuando no se la miraba, tenía posturas distintas cada vez que volvían de
estudiar, o trocitos de papel con mensajes escritos con: “¿Me has echado de
menos?”.
Como es
lógico, las chicas pensaron en un principio que se trataba de alguien que
estaba gastándoles bromas pesadas y que de alguna manera debía tener la llave
del apartamento, por lo que consideran que es mejor ignorar las situaciones
hasta que éstas empiezan a intensificarse hasta un punto en el que hacer la
vista gorda era imposible.
En su desesperación
acudirán a la ayuda de una médium que les da el nombre de Annabelle Higgins,
que es el espíritu que habita en la muñeca y que si quieren que la cosa frene
que deberían aceptarla como una más y así se calmaría.
Nada más
lejos de la realidad pues al hacerlo, y tomar familiaridad con el fenómeno,
éste se vuelve más y más intenso y violento.
El novio de la estudiante de
medicina empieza a pensar en que las dos chicas no están bien de la cabeza y se
burla de ellas, por lo que se va a convertir en el nuevo objetivo de Annabelle.
Pesadillas, arañazos inexplicables y la aparición de la muñeca a los pies de la
cama cuando estos ataques sucedían hacen tomarse más en serio el fenómeno.
En una
situación límite para los habitantes de la casa y tras, sin éxito, tratar de
librarse de la muñeca y que esta volviera a aparecer en la casa sin motivos
decidieron acudir a unos investigadores de fenómenos paranormales conocidos como los Warren, un pasapsicólogo y
una sensitiva.
Lorraine y Ed Warren
Para ellos
el gran error fue invitar a quedarse a la entidad a la que decían que no era
ningún espíritu, si no algo diabólico que se usaba de la muñeca para
manifestarse y crecerse en poder. Al haber invitado al ser, les estaban
ofreciendo carta blanca para que pudiera hacer lo que le viniera en gana y
había riesgo de que las acabara poseyendo a ellas también.
El
matrimonio no vio otra opción que llevarse la muñeca de la casa y guardarla en una habitación segura que tenían habilitada para almacenar objetos
peligrosos paranormales.
El viaje
hasta la casa de los Warren se tuvo que hacer por carreteras secundarias y a
intervalos pues hubo varios amagos de accidentes varios hasta que pudieron
llegar al hogar.
Desde ese
día hasta hoy se encuentra en esa habitación en una urna de cristal blindado
bajo llave y con un cartel de “NO ABRIR” bien claro en la puertecilla de
vidrio. La habitación-museo es bendecida cada mes por un cura para mantener a
ralla de fenómenos al inmueble.
A Annabelle
se la considera una de las inspiraciones para la saga de películas como El
Muñeco Diabólico.
¿A que
parece inofensiva desde su urna?
Trailer de la película
todo parecido con la historia es concidencia
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