Unas semanas atrás relacionábamos el poder de la monarquía con los elementos artísticos y la mitología de la que se valían para justificar su sitio y su herencia divina sobre el pueblo llano y otros competidores. Hoy seguimos analizando esta relación, pero desde un cuadro muy específico que todos, o casi todos conocemos y del que seguro que hemos oído hablar en más de una ocasión.
Se ha considerado que Las
Hilanderas (La fábula de Aracne) de Velázquez, que es un ejemplo del Barroco español dentro de la pintura, un cuadro en el que
se pueden ver los aspectos para los cuales la pintura era utilizada en la
Corte.
A través del paganismo y de los episodios míticos, se
resaltaban los valores católicos que la dinastía de los Austrias que reinaba en España en esos momentos defendían, literalmente a capa y espada.
Conceptos como el bien, la fortaleza, asumir el poder de los dioses,
los castigos divinos por la soberbia..., eran temas recurrentes en los
encargos que los monarcas hacían a sus artistas. Un tratado pictórico de costumbres y leyes que se introducían de manera sutil, o a veces no tan sutil, en todas aquellas personas que conformaban la Corte o que acudían a ella.
En esta obra de Velázquez, se nos cuenta la historia de Aracne: una mujer que se dedicaba a hilar y tejer que se enorgullecía tanto de sus obras que se
creyó incluso mejor que la poderosa diosa Atenea. Este acto de soberbia, el creerse
superior a una divinidad se denomina hybris,
y es objeto de un castigo por parte divina en todos los mitos. De hecho, es uno de los peores errores que un mortal podía cometer, pues la ira y la justicia de los dioses era implacable en cuanto al tema de sus propiedades y su orgullo se refieren. Otro ejemplo de hybris será la que condene a la pobre Andrómeda a ser sacrificada a Ceto, el monstruo marino por el orgullo y la lengua demasiado suelta de su madre (pero esa es otra historia).
Atenea retó a Aracne a un duelo en el que ambas deberían tejer un
tapiz, y el que fuera considerado el más bello vencería, y la otra debería
aceptar su derrota fuera la que fuera.
Ambas empezaron a hilar, y acabaron a la vez, pero Aracne no
sólo había retado a la diosa, si no que en su tapiz había representado una de
las escenas en las que Zeus raptaba a una de sus amantes, cometiendo una doble falta de hybris. Atenea se sintió
doblemente ofendida, y venció la competición de tapices, por lo que condenó a
Aracne a ser transmutada en una araña para que así se pasara la eternidad
tejiendo ya que tanto presumía de ello.
Observando el cuadro del maestro, vemos
en primer plano a dos mujeres acompañadas de otras tejiendo en sus respectivas
ruecas. Una de ellas parece una anciana, pero muestra una pierna joven, lo que
hace reconocerla como la diosa disfrazada. La mujer de la derecha se la ve
centrada en su trabajo, pero con la cabeza baja en gesto de disculpa sabiendo
que haber ofendido un poder divino va a llevarla a su derrota. En el plano más
alejado esta pintado el juicio en el que los dos tapices están expuestos. En él
ya vemos a la diosa con toda su panoplia y en actitud de majestad, en contraposición a la
muchacha mortal que va a ser transformada.
Esta relación entre el enfrentamiento al poder divino y su
posterior némesis (justicia divina) esta muy entroncado con los pensamientos cristianos, en los
cuales todas las ofensas a Dios son castigadas con dureza y sin posibilidad de retorno, y las buenas
acciones tienen recompensa.
Los cuadros y sus temas mitológicos paganos, eran bien
escogidos por las altas esferas de las Cortes europeas para dar ejemplos a los gobernantes y a todo aquel que entrara en contacto con ellos. De esta manera reflejaban sus valores y su manera de entender el poder y como ejercerlo a modo de advertencia para los cortesanos y, mucho más importante, para los mandatarios de otros reinos que pudieran visitarlos.
La gran mayoría de las pinturas de El Real Alcázar de Madrid contenían estos temas que en su fondo podemos comprobar en la mayoría de las obras
pictóricas, incluso en una Corte tan católica demostrando con una temática no cristiana mucho más universal si cabe sus valores y su sistema de creencias.
Pues no olvidemos que antes de ser cristiana toda Europa, o casi toda, había vivido en la cultura romana y conocían bien esos mitos como elementos aleccionadores, a veces más efectivos y universales que martirios y santos.
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