Con motivo
de la celebración mundial del día de la mujer, y por petición personal, este
post va dedicado a la figura arquetípica de La Madre.
Es muy
probable que fuera, desde mi punto de vista, una de las primeras (si no la
primera) manifestación simbólica del pensamiento humano en su impulso por
entender el mundo que lo rodeaba, y el origen de los primeros cultos
religiosos.
La
naturaleza, el nacimiento, la maternidad, la sensación de protección… todos son
aspectos que se aúnan en esta figura y que representa a la mujer y más a la
figura de la Madre.
Ella es aquella que da la vida, es el centro del clan y sin la
cual la familia y, por lo tanto, la supervivencia del grupo es imposible.
Dice Jung
que Madre es:
Lo
«maternal» por antonomasia, la mágica autoridad de lo femenino; la sabiduría y
la altura espiritual más allá del intelecto; lo bondadoso, protector,
sustentador, lo que da crecimiento, fertilidad y alimento; el lugar de la
transformación mágica, del renacer; el instinto o impulso que ayuda; lo
secreto, escondido, lo tenebroso, el abismo, el mundo de los muertos, lo que
devora, seduce y envenena, lo angustioso e inevitable.
Todo esto se
plasma en una figura que hemos ido observando desde el principio de los tiempos
y que se ha repetido en todas las épocas, en cada una de las culturas y que
actualmente se sigue adorando de formas más o menos velada.
La gran
Diosa, la Pachamama, Potnia, Gaia, Gea... podemos encontrar mil nombres que representan
la misma idea, la imagen de La Diosa Madre.
Centrándonos
ya en los ejemplos, imagino que se os habrán venido varios a la cabeza:
Las venus paleolíticas que representan a la tierra y la fertilidad de la mujer, por ejemplo, pero hay muchas otras representaciones que hay que relacionar y que han ido cambiando de forma a lo largo del tiempo y de las culturas.
Las venus paleolíticas que representan a la tierra y la fertilidad de la mujer, por ejemplo, pero hay muchas otras representaciones que hay que relacionar y que han ido cambiando de forma a lo largo del tiempo y de las culturas.
Una forma muy
típica de encontrar la representación de la Madre en las culturas es como una
mujer entronizada con un bebé en brazos, a sus pies o en su regazo. Puede tener un pecho
fuera para alimentarle o bien para enfatizar su función como alimento para el
mundo y las nuevas generaciones.
Estos
ejemplos los contemplamos en figuras como la Isis egipcia (que de hecho, su traducción del egipcio sería “el trono”), en Gea titánide de la Tierra y madre de los
dioses olímpicos o, en Démeter que cuida los campos y crea las estaciones de
las cosechas, en la diosa nórdica Frigg, en Anann o Danu en la cultura
irlandesa, la Virgen María en el cristianismo, en Durga y Kali en el hinduismo
y el shaktismo.
Quizá os
sorprenda ver que Kali, la diosa que siempre se identifica con muerte, sangre y
destrucción por nosotros los occidentales es una diosa madre dentro del
shaktismo pues, a pesar de ser destructora, lo que elimina es el mal que puede
herir a los suyos.
En el pensamiento hindú no puede haber creación y vida sin
destrucción y muerte y por lo tanto adquieren la misma importancia.
La mejor
manera de calmar a la diosa es o por sacrificios de sangre o si su consorte
Shiva (que cuando se le representa en la iconografía con ella el se encuentra
acostado con ella en posición de haberlo derrotado) le ofrece un bebe que llora
y ella dejará todo para poder calmarlo.
Como ya hemos
explicado, la Madre es una fuente de creación, protección y vida, pero al igual
que la Tierra, puede se mediadora y crear el equilibrio, o bien ser la fuente
de la destrucción como lo son los volcanes o los diluvios.
La vida y la
muerte no pueden separarse y la Madre tiene el poder de dar o quitar ese don
cuando ella lo considere.
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