lunes, 10 de marzo de 2014

LA MADRE

Con motivo de la celebración mundial del día de la mujer, y por petición personal, este post va dedicado a la figura arquetípica de La Madre.
Es muy probable que fuera, desde mi punto de vista, una de las primeras (si no la primera) manifestación simbólica del pensamiento humano en su impulso por entender el mundo que lo rodeaba, y el origen de los primeros cultos religiosos.
La naturaleza, el nacimiento, la maternidad, la sensación de protección… todos son aspectos que se aúnan en esta figura y que representa a la mujer y más a la figura de la Madre. 
Ella es aquella que da la vida, es el centro del clan y sin la cual la familia y, por lo tanto, la supervivencia del grupo es imposible.

Dice Jung que Madre es:
Lo «maternal» por antonomasia, la mágica autoridad de lo femenino; la sabiduría y la altura espiritual más allá del intelecto; lo bondadoso, protector, sustentador, lo que da crecimiento, fertilidad y alimento; el lugar de la transformación mágica, del renacer; el instinto o impulso que ayuda; lo secreto, escondido, lo tenebroso, el abismo, el mundo de los muertos, lo que devora, seduce y envenena, lo angustioso e inevitable.
Todo esto se plasma en una figura que hemos ido observando desde el principio de los tiempos y que se ha repetido en todas las épocas, en cada una de las culturas y que actualmente se sigue adorando de formas más o menos velada.

La gran Diosa, la Pachamama, PotniaGaia, Gea... podemos encontrar mil nombres que representan la misma idea, la imagen de La Diosa Madre.
Centrándonos ya en los ejemplos, imagino que se os habrán venido varios a la cabeza: 
Las venus paleolíticas que representan a la tierra y la fertilidad de la mujer, por ejemplo, pero hay muchas otras representaciones que hay que relacionar y que han ido cambiando de forma a lo largo del tiempo y de las culturas.

Una forma muy típica de encontrar la representación de la Madre en las culturas es como una mujer entronizada con un bebé en brazos, a sus pies o en su regazo. Puede tener un pecho fuera para alimentarle o bien para enfatizar su función como alimento para el mundo y las nuevas generaciones.
Estos ejemplos los contemplamos en figuras como la Isis egipcia (que de hecho, su traducción  del egipcio sería “el trono”), en Gea titánide de la Tierra y madre de los dioses olímpicos o, en Démeter que cuida los campos y crea las estaciones de las cosechas, en la diosa nórdica Frigg, en Anann o Danu en la cultura irlandesa, la Virgen María en el cristianismo, en Durga y Kali en el hinduismo y el shaktismo.





Quizá os sorprenda ver que Kali, la diosa que siempre se identifica con muerte, sangre y destrucción por nosotros los occidentales es una diosa madre dentro del shaktismo pues, a pesar de ser destructora, lo que elimina es el mal que puede herir a los suyos. 
En el pensamiento hindú no puede haber creación y vida sin destrucción y muerte y por lo tanto adquieren la misma importancia. 
La mejor manera de calmar a la diosa es o por sacrificios de sangre o si su consorte Shiva (que cuando se le representa en la iconografía con ella el se encuentra acostado con ella en posición de haberlo derrotado) le ofrece un bebe que llora y ella dejará todo para poder calmarlo.


Como ya hemos explicado, la Madre es una fuente de creación, protección y vida, pero al igual que la Tierra, puede se mediadora y crear el equilibrio, o bien ser la fuente de la destrucción como lo son los volcanes o los diluvios.

La vida y la muerte no pueden separarse y la Madre tiene el poder de dar o quitar ese don cuando ella lo considere.

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