Se me había sugerido hacer un post especial sobre la cultura celta en la Península Ibérica y es una tema muy interesante pero enorme así que he decidido centrarme en un tipo de ritual celta que se ha encontrado en nuestra piel de toro, conocida en Centroeuropa y otras zonas de influencia céltica, pero que está poco documentada aqui: las cabezas cortadas.
Los
rituales de carácter ideológico sobre culturas que no han dejado nada por
escrito como los celtas, porque su propia tradición no lo permitía, son
realmente complejos a la hora de estudiarse.
Por
suerte, en la Protohistoria disponemos de algunas fuentes secundarias, de
autores clásicos, que mencionan estos sucesos, tradiciones y rituales
realizados por estos pueblos que nos han dejado su cultura material como
referente para su estudio. También
contamos con la mitología como medio referencia “ideal” de ese concepto, y como
reflejo indirecto de este posible tipo de rituales.
Los irlandeses cuando iban a guerrear acostumbraban a
decir “vamos a cosechar cabezas”. En los Anales de los Cuatro
Maestros se puede leer que Aed Finnliath, el rey de Irlanda, después de derrotar a los ejércitos de Dinamarca, en el año 864, ordenó que se
amontonasen todas las cabezas de los enemigos muertos, porque consideró que no
existía una mejor prueba de la gran victoria conseguida.
Existen pruebas suficientes para saber
que en muchos grupos celtas la iniciación de los jóvenes guerreros consistía en
salir en busca de una cabeza humana. Si volvían con ella colgando de su silla
de montar, no sólo se consideraba que su instrucción militar había concluido,
sino que adquirían todos los derechos de un noble adulto, uno de los cuales
consistía en que podían casarse y formar una familia.
Pero la cabeza humana no sólo era un
trofeo.
Para los celtas significaba algo así como la cruz para los cristianos,
ya que la valoraban como la portadora o la casa del alma, la sustancia del ser
humano, lo que iba a proporcionarle la inmortalidad; cualidades que no perdía
al ser cortada, y que, además, transmitía en parte a su poseedor.
Con estas referencias queda claro el
valor intrínseco a las cabezas cortadas y su culto, no sólo como cráneo, si no
como representaciones plásticas y
simbólicas del mismo en distintos formatos.
Las
investigaciones realizadas por el especialista Blázquez parecen indicar que
están directamente relacionadas con los sacrificios humanos como parte de un
ritual de apropiación del alma del difunto.
“La relación entre los sacrificios
humanos y las cabezas cortadas se
haya confirmada por las fuentes antiguas al transmitirnos la costumbre que
tenían los celtas de conservar las cabezas de los enemigos muertos al salir del
combate” (López- Monteagudo 1989: 330)
Hace referencia, Blázquez, precisamente
a estas fuentes clásicas que tratan el tema, como es el caso de Estrabón, Tito
Livio o Plutarco. Relaciona además este tipo de tradiciones con el mundo
etrusco y los capiteles de algunos de sus edificios decorados con estos
motivos, y con el ámbito galo y los cráneos encontrados atravesados con clavos.
Con el mundo galo esta relación está clara, pero el mundo etrusco sigue
investigándose y es motivo de discrepancias entre los especialistas.
Se establece una distribución
geográfica por toda la península, de los restos asociados a este tipo de
ritual, relacionando las encontradas en el noroeste con yacimientos como el
Menhir de Armea, el castro de Rubias o Entremont.
Mientras la sociedad occidental de
ahora está acostumbrada a considerar el corazón como el lugar en que reside el
“alma” en esta antigua cultura, la depositaria de la misma era la cabeza.
Gabriel
Sopeña documenta este tipo de rituales y de ejemplos iconográficos de los
mismos, en el emblemático yacimiento de Numancia, en el que se han encontrado
cabezas cercenadas en contexto no sólo funerario, si no también ritual.
También corrobora la teoría defendida por todos los celtistas y por Alberro ha
decir que “As a matter of fact, was not only a metaphor of victory and of
fighter´s personality, but a complex spiritual sign” (2005:378)
Es
curioso encontrar dentro de la tipología de las téseras de hospitalidad, no
sólo estos soportes con formas de animales, si no también con la silueta de
cabezas humanas que parecen aludir a este rito. Este aspecto aún está muy poco
investigado, pero el especialista Marco Simón está siendo pionero en este tipo
de estudios dentro de la Península Ibérica.
Dentro
de la mitología, que también sirven de fuente en estos casos.
En una trágica leyenda galesa se cuenta que Bran el Divino se enfrentó a
tantos enemigos en una batalla que fue vencido. Antes de expirar pidió a sus
siete amigos, que eran los únicos supervivientes, que le cortaran la cabeza y
la llevasen lejos de allí, pues no quería que pasara a convertirse en un trofeo
para sus enemigos. La petición fue cumplida con tanto rigor que los siete la
seguían guardando cuando llegaron al otro mundo, donde se la pudieron entregar
a su propietario. Junto a éste permanecieron 80 años, hasta que uno de ellos
cometió un delito imperdonable, cuyo castigo provocó que los siete volvieran a
la Tierra. Llevaron de nuevo consigo la cabeza de Bran, el cual les había
aconsejado que la enterraran en el centro de Londres, para que así toda la
Britania fuera defendida de cualquier mal, y así lo hicieron. Hasta que un
grupo de malvados la desenterró, lo que desencadenó calamidades de todo tipo.
Iremos tratando otros rituales y tradiciones más adelante de esta cultura tan curiosa.