Estamos en
una fecha que para los cristianos es una de las celebraciones más destacadas y
cargadas de significado dentro de su calendario: La Semana Santa, la Pascua, Ostara.
En estos
días se celebra el martirio, la muerte y la resurrección de Jesús de Nazaret
dentro del mundo católico. Hasta ahí creo que todos, quien más, quien menos
conocemos la historia, aunque sólo sea porque por estas fechas nos llenan la
televisión de películas de peplum y bíblicas.
Ahora bien, ¿Cuánto
sabemos realmente de esta celebración, sus orígenes y su razón de ser más allá
del punto religioso que se nos ha transmitido?
Hasta el
siglo IV, las fechas para las celebraciones cristianas no se habían establecido
en un calendario que facilitara a los practicantes y a la Iglesia la
organización de estos eventos y un cierto orden que evitara las heterodoxias y
compitiera con las, aún vigentes, festividades paganas y populares tan
arraigadas en el pueblo. De hecho, no hay constancia de una celebración real y generalizada de ésta hasta unas fechas muy
cercanas a este siglo.
En el año
325, en el Concilio de Nicea, por fin se establecen los puntos básicos para la
festividad que será la Semana Santa:
- · La Pascua debía celebrarse un domingo
- · Que nunca coincidiera con la Pascua judía para evitar confusiones
- · Y que no se celebrara nunca dos veces el mismo año, que era un problema derivado del calendario que manejaban aún por entonces basados en los equinoccios y solsticios.
El problema
del calendario acabará por solucionarse dos siglos después cuando se determine
que el Domingo de Resurrección sea establecido como el primero inmediato a la
primera luna llena tras el equinoccio de marzo.
El origen de
la palabra pascua viene del hebreo pesach, que es una celebración que dura
entre 7 y 8 días que conmemora la libertad del pueblo israelita y su huida de
Egipto. Es muy probable que se establecieran estas fechas en la comunidad
cristiana como una “continuidad” de esta celebración. No olvidemos que el
origen del cristianismo es el pueblo judío y su religión.
En el mundo
pagano, y en aquellas zonas que la figura de Jesús y la cristianización no
había llegado o se había establecido de una manera un tanto precaria, en la que
se celebraba la llegada de la primavera y el buen tiempo, y el decrecimiento de
la oscuridad y los hielos. La vida comenzaba de nuevo a surgir y se preparaba
todo para las primeras siembras que darían la vida a los campos y a sus
habitantes.
Otro
elemento pagano que se conserva aún en muchos lugares no tan de corte católico,
pero sí de origen cristiano, es el famoso huevo de Pascua. El huevo es un
símbolo de fecundidad desde época muy antigua, pues representa, no solo uno de
los alimentos más completos, si no la posibilidad de una nueva vida.
La celebración celta cercana a esta fecha se conoce y relacionada con el equinoccio como Ostara.
Este elemento, el huevo, no ha sido adoptado por las partes más ortodoxas de la cristiandad, aunque ha
sobrevivido en lugares en que ésta es fuerte y está bien arraigada.
Ahora se ha
convertido más en una celebración infantil en la que se pintan los huevos y se
buscan estos elementos elaborados en chocolate, adaptándose quizá a una nueva
imagen en la que toda la comunidad pueda participar.
Ya sean la
Semana Santa católica, la Pascua judía, la Pascua de los huevos y los conejos, Ostara, está claro que esta fecha es especial dentro del inconsciente de la humanidad,
disfrutando del fin del frío y de la esperanza de una época más benigna con la
llegada del equinoccio y la primavera.
Si no acabáis de ver el paralelismo entre esto y la austeridad de la Semana Santa, preguntaos ¿que hay más simbólico en el cambio del invierno a la primavera que la representación de la resurrección tras la muerte?
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