Puede que el
título del post de hoy os haya resultado un poco extraño, pero os explico el
porqué de éste.
Siempre me
ha parecido muy interesante el mundo de la psicología, y muy en especial todo
aquello relacionado con los psicópatas y personas con ese tipo de patologías.
Me he dado cuenta que en las últimas décadas ha habido una afloración de estos temas dentro de la cultura global y popular pero que ha adquirido un enfoque completamente nuevo del que tenía en origen.
Me he dado cuenta que en las últimas décadas ha habido una afloración de estos temas dentro de la cultura global y popular pero que ha adquirido un enfoque completamente nuevo del que tenía en origen.
Os pongo un
ejemplo para que os resulte más fácil de comprender:
No creo que
nadie considere a Jeffrey Dahmer (el
carnicero de Milwaukee: un asesino en serie, caníbal y necrófilo) una persona
con cierta capacidad de perdón o con el que alguien se tomaría un café.
Pero, si os menciono a Hannibal Lecter, más de uno, seguro que piensa que no es un personaje tan malvado, incluso alguno podría considerarlo un antihéroe.
Pero, si os menciono a Hannibal Lecter, más de uno, seguro que piensa que no es un personaje tan malvado, incluso alguno podría considerarlo un antihéroe.
Imagen de Jeffrey Dhamer y Hannibal, la serie
En las
últimas décadas ha habido una tendencia a, quizá cambiar de valores, o a
relativizar determinados patrones de comportamiento y a relativizarlos
considerando que “no es tan malo porque hay personas peores aún”.
La
literatura, las series y las películas han ido transformando esos seres que se
suponía que nos debían aterrorizar tales como los serialkillers, los vampiros, los
hombres-lobo incluso ahora los zombies, en personajes admirables, divertidos,
dignos de compasión y (en ocasiones) hasta objetos de admiración y deseo.
Este ejemplo es el que me había inspirado inicialmente para escribir este post:
El Fantasma de la Opera.
Mientras a todos acude en nuestra mente la imagen de
un tipo con aires de aristócrata, genio incomprendido, enamorado y del que rara vez nos
acordamos sus tendencias a matar a todo aquel que le toque las narices (que es el de la
versión del musical que lo lanzó a la fama); el personaje del libro original es bastante
distinto. El Fantasma de la novela de Leroux, Erik, es extremadamente cruel, sociópata, manipulador, secuestrador, asesino en serie, chantajista… vamos un amor de hombre.
Ahora hay
dos series que han puesto de manifiesto todo esto que estoy exponiendo, y que
son un fenómeno mundial con millones de seguidores: Hannibal,( la serie basada
en Hannibal Lecter), y Dexter, el psicópata al que se le da el sobrenombre del "ángel vengador".
Estoy segura
de que ninguno de aquellos que les gustan esas series y les resultan esos
protagonistas personas cuanto menos interesantes, nadie querría tenerlos de
vecinos, por si acaso.
Con este
post no estoy tratando de meterme con la gente a las que les gustan estas series, ni
con las series en sí, pues soy de las primeras en seguir este tipo de producciones y cosas sobre este tipo de “personajes” y sería echar piedras contra mi propio
tejado; solo se trata de una reflexión personal que he estado madurando desde hace un
tiempo y que quería con vosotros.
Me asalta
una frase a modo de conclusión irónica que quiero que me hace sonreír y pensar:
“¿Quién es más
loco: el loco, o el loco que sigue al loco?”
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